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Diary (144)

El Secreto de sus Ojos (2009)

Película argentina de Juan José Campanella que fue todo un boom desde que se estrenó. Ganadora de un premio Óscar, cuenta una intensa historia de amor y de thriller, que actores prestigiosos como Ricardo Darín, Guillermo Francella y Soledad Villamil convirtieron en una joya cinematográfica.

El Laberinto del Fauno (2006)

Película de Guillermo del Toro que encierra una increíble historia en donde se mezcla un mundo de fantasía con uno de cruel realidad.

El Laberinto del Fauno (2006)

Buried, el despegue definitivo de Rodrigo Cortés

Tras sus primeros pasos con diversos cortometrajes en su etapa adolescente, Rodrigo Cortés consiguió llamar la atención de la crítica con 15 días, un cortometraje que entusiasmó a la crítica y acumuló diversos premios tanto nacionales como internacionales, convirtiéndose en el corto más premiado de la historia del cine español.

En 2007 debutó con su primer largometraje, “Concursante”, una sátira ciertamente crítica hacia el sistema financiero mundial. La película se llevó el Premio de la Crítica en el Festival de Málaga de aquél año.

Su trabajo anterior queda sobradamente confirmado con su segundo trabajo, ‘Buried (Enterrado)’, película que por su paso por el Festival de Cine de Sundance cosechó ovaciones al final de cada proyección y alabanzas unánimes de la crítica especializada. Semejante éxito ha contribuido, entre otras cosas, a que la prestigiosa revista Variety incluya su nombre en su lista de los «10 directors to watch» del año 2010, es decir, de los diez directores a seguir la pista este año.

Después de dicho reconocimiento, tan sólo restaba comprobar por uno mismo la calidad del film. Servidor ya ha tenido el placer de hacerlo.

Paul Conroy (Ryan Reynolds), padre de familia y contratista civil en Irak, despierta enterrado en un viejo ataúd de madera sin saber quién lo ha puesto ahí ni por qué.

En su interior, dispone de muy poco oxígeno, y su único contacto con el exterior es mediante un teléfono móvil con la mitad de batería y con una precaria cobertura.  Tras largos minutos de agonía, Paul descubrirá que ha sido secuestrado y que salir vivo del ataúd dependerá de que en 90 minutos alguien pague su rescate…

La película comienza en la más absoluta oscuridad. En estos primeros minutos, el sonido es el que lleva la voz cantante y el que pone en situación al espectador.

Más tarde, y a la tenue luz de un mechero, sabremos que nuestro protagonista es un tipo que se acaba de despertar enterrado en un ataúd.  Su nombre u otros detalles de su vida privada y profesional se nos irán revelando a medida que transcurran los minutos y a través de las llamadas que, desesperado, éste realizará con la intención de pedir ayuda.

Todas aquellas preguntas que se hace el protagonista, son las mismas que se plantea el espectador, pues la información es exactamente la misma para ambos. Nosotros nunca vamos un paso por delante de Paul sino que resolvemos las incógnitas a medida que él las resuelve.

El espectador se imbuye dentro de la historia nada más empezar la película y la catarsis con el personaje va en aumento según avanza el metraje, no sólo haciéndonos testigos del suceso sino incluso llegando a experimentar la misma sensación de agobio y claustrofobia que Paul

Sin mostrar el exterior ni ningún otro escenario ni personaje, el director logra que el espectador esté dentro del ataúd con Paul. De este modo, sufrimos por él de forma muy intensa y llegamos a compartir su constante ansiedad y su rabia.

Cualquiera podría pensar que, móvil en mano, la solución para salir del ataúd está a su alcance. Nada más lejos de la realidad…

Demasiada burocracia y demasiada incompetencia (amén de cierta desidia) le desesperan con cada llamada (he aquí parte de la crítica que subyace en la historia).

La angustia (suya y nuestra) crece y crece, y su estancia  en la caja de madera se va volviendo cada vez más insoportable, pese a los pocos momentos en los que logra encontrar la calma.

Cortés impregna el relato de emoción y sobre todo ritmo. Una historia que, a priori, parece imposible o, en todo caso, muy difícil de rodar, él hace que parezca algo fácil. Otorga dinamismo a la narración cambiando frecuentemente la posición de la cámara, buscando siempre el ángulo o el movimiento (travelling de retroceso, plano de rotación…) más adecuado.

El director introduce elementos (léase utensilios, personajes, peligros, etc.) que enriquecen la sencillez de la trama, procurando que siempre estén ocurriendo cosas que mantengan nuestro interés, y permitiendo que la escasa hora y media que dura la cinta no sólo no se haga aburrida sino que tampoco se sienta estirada, algo que menudo ocurre con este tipo de historias.

Mención aparte merece la risueña canción (en clave claramente irónica) que aparece durante los títulos de crédito finales, y que ha sido compuesta por Cortés y Reyes.

Pero pese a todos esos cuidados aspectos técnicos, al potente guión y a la destreza en el uso de los pocos recursos de los que se dispone, nada de esto llegaría a buen puerto sin la estoica interpretación de Ryan Reynolds, el único actor presente delante de la cámara y en quién recae todo el peso de la película.

Reynolds demuestra una gran entereza física y psicológica, pues dudo que el rodaje haya sido coser y cantar (de hecho, acabó con la espalda hecha trizas y con quemaduras en los dedos) No sólo hay que tener en cuenta la dificultad que supone rodar en tan diminuto espacio sino que además logre resultar un Paul Conroy creíble todo el tiempo.

“Buried (Enterrado)” es un apasionante e implacable thriller claustrofóbico. Un claro ejemplo de que, a veces, menos es más. Ni CGI, ni 3D ni hostias en vinagre; basta con un guión competente, una dirección eficaz y un reparto entregado a la causa. Cine de calidad y por suerte made in Spain, que puede ser visto tanto en el cine como desde casa, tomando unas palomitas o contratando una pizza.

Buried, el despegue definitivo de Rodrigo Cortés

La PELÍCULA QUE ME GUSTA

Principios del s.XX. Gustav von Aschenbach es un compositor que, ya en sus años de madurez, delicado de salud, y con un sentimiento de fracaso ante la poca aceptación de sus últimas obras, viaja a Venecia para gozar de unos días de reposo.
En la decadente e inspiradora ciudad fantasma de los canales, se enamorará platónicamente de un adolescente centroeuropeo llamado Tadzio, de sobrecogedora belleza andrógina. Vagará contemplando la hermosura del muchacho y de la propia Venecia, saboreando el declive progresivo de ésta y asimismo el de su propia vida, cercana ya a su final.
La película posee una colección de las más bellas imágenes jamás filmadas, y es un total alegato a la sensibilidad y la apreciación de la belleza.
Tanto la novela original como la película constituyen, aparte de un relato narrativo de los sucesos acontecidos a Gustav durante su estancia en Venecia, una ilustración, oda, alegato y homenaje a aquella belleza perfecta, pura y plena de la que habla Platón en el Fedro y el Banquete: Gustav se encuentra frente a la belleza inalcanzable, aquélla que es bella por sí misma. Esta belleza es perfecta; por ello Tadzio, el objeto de obsesión de Gustav, no intercambia palabra alguna con él; ya que el sentido de perfección no posee un carácter mundano, sino que va más allá de éste. Es un sentido trágico, en donde el hombre (Gustav, al haber participado de la idea de lo bello en sí) encuentra que su razón de ser y vivir ha llegado a su plenitud, por lo que decide recrearse en contemplar esta belleza, pese al hecho de encontrarse en el macabro escenario de una ciudad en plena epidemia de cólera.
"Aquél que ha contemplado la belleza está condenado a seducirla o morir" : La muerte en Venecia del escritor alemán Thomas Mann

La PELÍCULA QUE ME GUSTA